Por las restricciones covid, no pudimos entrar en la residencia pero pudimos visitar una habitación “piloto”, que dispone el personal para cambiarse así que sin ningún tipo de decoración. Todas las habitaciones son individuales, con dormitorio, una salita de estar, su baño y su pequeña terraza con acceso directo a un inmenso jardin. La comida es casera. Esta ubicada en un entorno rural, tranquilo y con preciosas vistas. Los residentes viven como si fuese en una pequeña comunidad, se les veía muy a gusto, como en su propia casa. La residencia está regentada por 24 monjas procedentes de Guatemala y cuenta también con fisioterapeuta, terapeuta ocupacional, esteticien y peluquera. El ambiente es agradable y nos atendieron muy bien.